SUSURROS DEL BOSQUE

Detalles del producto 

cera de soja / 200gr

El otoño había llegado a la aldea junto al lago, tiñendo los senderos de cobre y ocre. Cada año, cuando la primera brisa templada rozaba las copas de los árboles, los habitantes dejaban pequeñas ofrendas en la encrucijada de los caminos: frutos silvestres, ramitas de canela, un puñado de azúcar cristalizado. No era superstición, sino gratitud. Sabían que, cuando el viento soplaba entre los arbustos cargados de moras, alguien los escuchaba.

Esa tarde, mientras el sol se despedía con pinceladas doradas sobre el agua, Elian encontró algo distinto entre las hojas secas. Un frasco de cristal, sellado con una cinta de hilo dorado, y en su interior, una llama que parecía dormida. Al destaparlo, el aire se impregnó con la dulzura de los frutos del bosque y el resplandor del azúcar fundido.

Elian comprendió que no era un hallazgo fortuito. Había sido elegido por los susurros del viento, por los secretos de la tierra. Aquella llama guardaba una historia antigua, un eco de los días en que el bosque hablaba con los corazones abiertos.

Al encenderla en su hogar, la vela destiló su hechizo. La estancia se llenó de calidez, y por un instante, Elian sintió que las voces del otoño le contaban su historia.

Desde entonces, cada año, cuando el viento vuelve a traer el aroma de moras y azúcar, Elian deja su propia ofrenda en la encrucijada, asegurándose de que la magia del bosque nunca se apague.